Cómo si de un concierto para motos menores se tratara. La melodía Vespasión
Canarias volvió a sonar con las notas acostumbradas. Amistad sin fronteras,
familiaridad a raudales y ese miterioso encanto que atrapa las
miradas.
Las Vespas son tan antiguas cómo los recuerdos. Tan clásicas,
como el amor que sentimos por un perro fiel. tan atractivas, cómo el coqueteo
de una primera novieta. Que tendrán estas sillas de montar que acercan el
paisaje a los aromas de campiña y estaciones de primavera
Setenta y cinco
jinetes armados con deseos de aventura y caprichos de caballeros, maqueaban sus
monturas para la feria de abril de las Vespas. Una buena armada de Tenerife con
los clásicos rotundos de la cita anual, los palmeros, gomeros junto a la amplia
representación canariona y las notas de color comunitario. Alemanes, italianos e
ingleses. Así como amigos de Valencia, Soria y Zaragoza y del Moto club Pistón
de Santander. Todos al unísono a disfrutar de las pasiones misteriosamente
vinculadas
Las Palmas recibe de tierna mañana las cortes vesperas que van
a partir. Sensaciones y recuerdos. Pronto la fila impera notalgias por las
viejas rutas. La antigua recta los Tarahales, nos mete por Cuesta blanca y Hoya
Andrea para sacudirnos de la urbe cosmopolita que desaparece entre puentes
colgantes y rincones urbanizados, donde antiguamente reinaban las
plataneras.
Tenoya y los restos del túnel antiguo nos manda por la
carretera a Trasmontaña y andar de nuevo este pasaje, es como entrar por la
puerta de atrás a la ciudad de piedra y escalar callejones grises de adoquines
con sonidos a cascos de mulas que suben a la montaña. Arucas desvía su mirada
hacia el siglo veintiuno, atropellando su encanto tradicional y aquellas fuentes
de Piedra talladas ahora secas, no dicen nada..
Nos vamos para la costa
por Pineda y Tres Barrios. Aun quedan vestigios de almacenes de empaquetados
abandonados con las cunetas escalonadas..y mansiones de gente rica muerta, que
guardan espíritus de soledad entre las ruinas de las miserias. Abajo en la
Charca de las Palomas, la espuma blanca salada hierve de burbujas las rocas en
el mar de Bañaderos, las Vespas cogen resuello y estiradas, piden paso por
desfile de colores y variedades
Y por San Felipe giran al monte y entre
Palmerales de oasis pintorescos recuperan la escalada hacia Moya. El camino que
serpentea de muros blancos y cuelga del barranco de Azuaje, es
placer para
los sentidos tumbar los juguetes del tiempo que son Vespas iluminadas en ese
scalectrix de abismo, caras de sonrisas en el paseo y pronto llegamos a Firgas,
para alegrar un pueblo que duerme a las faldas del bosque Doramas..
En
Osorio damos buena cuenta del primer atracón comestible. Un diez al amigo Manolo
del restaurante Los Chorros, que de profesión y buena mesa le van cayendo
clientes motorizados y "el boca a oreja" funciona.
Rumbo al monte a jugar
con los alisios y las cosquillas de la niebla, a descubrir que la primavera
todavía espera a cambiar las flores por frutos, el ritmo de paseo es una danza
orquestada de armonía. Es el rito anual que cumple su promesa de buenaventura
para las Vespas. En Pinos de Galdar soleado, cambia de ritmo en leve descenso
para volar cual parapente por el Monte Gusano. Ahí el paisaje es idílico, un
trozo de la Gran Canaria que enamora. Paisaje de monte pelado y ovejas
trasquiladas. Una razón alpina para vivir, una pincelada de amor del "De
Heidi".
Recuperamos el Aliento en Piedra Molino, para desorillar las
cumbres del barranco Hondo y subir de nuevo a los Garajes y al Volcán del
Capitán, desde ese mirador nos emociona el frescor y la alegría invade la
camaradería. Cruzamos las crestas del Montañón Negro y tras dejar el Parador
Nacional de Tejeda cicatrizado de quemaduras. Remontamos al cruce de Cueva
Grande y estiramos las patas encojidas del paseo, en las mesas de Ana lópez
Último tobogán hasta Valsequillo por la Montaña de Troya y las Huertas
de Sardina. Valsequillo recibe con silencio de gestacion de almendras, los
sonidos a " Pepitas" que caen rodando de las montañas. Satisfacciones y alegrías
compartidas. Frío que sacude y nos mete de nuevo en los fogones. Y con las risas
del monologísta Saul. Nos mandan a las camas en los Lomitos de Correa. Un
castillo solitario donde los gritos y risas no molestan al pueblo y fraguan el
descanso de los jinetes
El dominical fué una calca del día anterior.
Valsequillo amaneció lleno de Vespas de colores como si la relentada de la
noche, llenará de abejas las calles, esperando chupar más polen. Despertares
diferentes y pasillos de ilusión en la partida. Las Vegas y las capotas nos mete
entre retamas indias amarillas y olorosas, para drogarnos de sensaciones hasta
el barranco Los Cernícalos y de Los Magullos a Telde, escapamos por los Picos y
las miradas furtivas.
Rumbo al Señorío de San Sebastian. Esta vez
atracamos el pueblo sin protocolos ni permisos, por una mañana que el guardia
libraba. Aparcamos mal, rompimos el silencio de piedra y sacudidos con los
sonidos del viento la oratoria de la misa. Estos "Gamberrillos" en Vespas, pensó
el cura mirando al altar. Y una señal divina iluminó el eco en su pensamiento.
Ten pasión hijo..!! Vespasión dijo él.. con enfado paternal.
Guayadeque
es la brutal cuesta a otro altar, escondido y agrietado entre las cumbres de
Pajonales y Pasadilla. Invita a escalar descubriendo el tremendo fortín que
amurallado de paredes nos llevan hasta el cielo. Arriba el recibimiento a la
tropa es de puerto de primera, algunas Vespas llegaron extasiadas, sin aliento y
soleadas.
Bartolito tiene 93 años, en sus manos y su mirada la nobleza y
genialidad de haber tallado la montaña de las tierras. En el corazón de La
Montaña esta su obra, que perdurará por los siglos. Guayadeque cuidará su tumba
con la maestría tallada de la inmortalidad
Y nos tiramos cuesta abajo, en
el último tobogán. Para meternos entre los olivos del Museo de Piedra, a
saborear un final inminente..
Gracias a tanta pasión por las Vespas, a
tanta armonía orquestada, esta concentracción anual es patrimonio de mucha gente
guapa que cree en sus sueños.
La Palma espera asustada, preparando el
festín de otro cuento por escribir
Larga vida, Vespasión Canarias
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